Mario González Olivera
Presidente de PRENSATUR PERU
Director del Fórum Iberoamericano
de Periodistas de Turismo FIPETUR
Fotografías:
MINCETUR, PROMPERU,
Revista IMAGENES DEL PERU Y EL MUNDO
A 2,335 metros sobre el nivel del mar y distante de éste en unos 70 km,
Arequipa, ciudad capital del departamento del mismo nombre está situada a
1,009 Km al sur de Lima. Su fundación data del 1540 del siglo XVI y fue obra
del conquistador español Garci Manuel de Carbajal que la bautizó como “Villa
Hermosa de Arequipa”, apelativo que bien la califica porque esta urbe desde
aquella lejana época ha seducido al visitante – como hoy también lo sigue
haciendo – por su ambiente, su clima, su cocina típica y su armónico
urbanismo.
Siendo una villa recién naciente fue visitada por el cronista Pedro Cieza
de León, compañero de Francisco Pizarro, quien admirado por el paisajístico
entorno que la rodeaba, la describió como: -” la mejor parte y la más fresca que
se halló conveniente para edificarla…”; en fama que extendiéndose en el
tiempo cautivó incluso a quienes nunca llegaron a ella, como el autor del
“Quijote”, Miguel de Cervantes y Saavedra que en 1585 en el Canto de Calíope
de “La Galatea”, la llamó “ciudad de la eterna primavera”; mientras que el
historiador ingles Arnold J. Toynbee que la conoció a principios del siglo XX la
describió con estas frases: – “Arequipa es uno de los lugares más hermosos
que yo he visto en cualquier parte del mundo…la pureza del aire, el azul del
cielo, la blancura de la nieve en esa simétrica serie de tres enormes pero
graciosos volcanes; el verde de las tierras irrigadas en contraste con el subido
color parduzco de las rocas en el límite donde el agua llega; todo esto es
arrebatador…”.;
También la hace atractiva su inquieta historia que bien definió el
periodista e historiador Aurelio Miró Quesada en su libro “Costa, Sierra y
Montaña”, llamándola: – “Tierra prometida de los revolucionarios”, porque su
fundación misma fue un acto de rebeldía del conquistador Francisco Pizarro,
que ordenó fundar la ciudad en ese valle para oponerse a las intrigas de la
corte del Emperador Carlos V, donde se pretendía desmembrar aquel territorio
de su gobernación.


Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, ilustrado jesuita arequipeño fue
precursor de la emancipación de las colonias españolas en América, al publicar
su célebre “Carta a los españoles americanos” donde fue el primero en
proponer ese propósito libertario, inspirando a Francisco de Miranda, a José de
San Martín y a Simón Bolívar entre otros próceres a llevar adelante
movimientos independistas de las colonias españolas del continente. Este
proceso también hace recordar al poeta arequipeña Mariano Melgar, mártir de
la gesta emancipadora, quien se unió al levantamiento del Brigadier Mateo

García Pumacahua y Francisco de Zela con este propósito y fue fusilado por el
ejército realista.
Ya en la época republicanas, persistió en los arequipeños la rebeldía,
como la del inconforme Dean Valdivia, una mezcla no muy común de monje y
soldado que alternó su vida entre la frugalidad de los campamentos militares y
la solitaria paz de las celdas clericales, pero sin dejar apagar en su espíritu su
incansable vocación de defensor de causas reivindicativas, no solo por su
amada ciudad natal, sino también por la nación peruana.
Pero hay que llegar a Arequipa como lo han hechos muchos viajeros
para apreciarla en toda su magnificencia, porque desde la primera visión que
allí reciben son ganados por la visión inolvidable del Misti, el Chachani y el
Pichu Pichu, volcanes tutelares de la “blanca ciudad”, apelativo que también le
viene de estas montañas porque el color que destaca entre las edificaciones
de la ciudad es un blanco cremoso, que proviene del “sillar,” piedra extraída de
yacimientos de lava petrificada de antiquísimas erupciones de los volcanes.
. El “sillar” con su perlada tonalidad colorea atractivamente a recintos
como la Catedral, el templo de San Francisco, la Capilla de la Tercera Orden,
las iglesias de La Merced, de La Compañía, la de Santo Domingo, la de San
Agustín y la de Yanahuara; así como también a las conocidas casonas
arequipeñas, edificadas en su mayoría en el siglo XVIII, como la casa del
Moral, la casa Ricketts, la casa Iriberri, la casa de la Moneda, el palacio de
Goyeneche, la casa Tristán del Pozo y la casa Ugarteche entre otras, que
destacan ante el gris de los volcanes y el casi siempre diáfano azul de su cielo.

Rincones del siglo XVI

Quien quiera iniciar un recorrido por la ciudad siguiendo su devenir
histórico debe comenzar por el barrio de San Lázaro y el convento de Santa
Catalina de Siena, cuyos evocadores rincones lo llevarán al siglo XVI. San
Lázaro fue el primer asentamiento hispano de la ciudad y aún mantiene sus
estrechas callejuelas empedradas que ostentan nombres como Violín, Cristales
o Bayoneta que rememoran el oficio o aficiones de sus antiguos moradores;
mientras que Santa Catalina de Siena es un convento que durante 390 años
asiló a monjas dominicas de clausura, las que en 1970 se mudaron a su local
actual dejando franqueado el paso al monasterio original que hoy atrae la
curiosidad de ávidos profanos que sorprendidos y extasiados descubren allí
ambientes donde el siglo XVI aún parece existir; porque este antiguo
refugio monacal tiene las características de una pequeña ciudad con sus
claustros, plazas, celdas, templo, callejuelas, jardines, huerta y cementerio;
que al decir de Gonzalo de Reparaz, geógrafo y cartógrafo portugués: –“
(Santa Catalina)…mucho recuerda a las medinas de las ciudades marroquíes
de Fez, Mequinez y Marraquech y también a los barrios antiguos, no menos
morunos por su origen, de Sevilla o el Albaicín de Granada, con su laberinto de
callejuelas estrechas, luminosas y pintorescas”.
Su pintoresco entorno

El río Chili atraviesa la ciudad dividiéndola en dos “bandas” y también
irriga alegres pueblecitos como Paucarpata, Characato, Socabaya y
Uchumayo, edificados entre una feraz campiña que de trecho en trecho deja

ver las siluetas de antiguos molinos hidráulicos como el de Sabandía o el de
Alata y añosas mansiones rurales coloniales como la Mansión del Fundador, en
Huasacache. Además Arequipa entre otros atractivos cercanos cuenta con los
balnearios termales de Yura, Jesús y Socosani, y también es puerta de acceso
al Valle de los Volcanes de Andagua (a 377 Km), a la zona de petroglifos de
Toro Muerto (a 165 Km) y al río Colca (a 150 Km) que al discurrir en un
profundo cañón cuyos farallones tienen una profundidad de cerca de 3,400
metros que lo sindica como uno de los más profundos del mundo; lo que lo
hace muy atractivo para los deportistas del canotaje internacional.
El río Colca antes de ingresar al celebre cañón que lleva su nombre,
irriga a 14 pintorescos pueblecitos con habitantes de las etnias collagua y
cabana, muy hábiles en tareas agrícolas que ejecutan en milenarios andenes
colgados de las montañas, en grandioso panorama que el escritor arequipeño
Mario Vargas Llosa, Premio Novel de Literatura 2010, lo calificó como “Valle de
las Maravillas”. Allí los campesinos lucen vistoso ropaje, muy diferente al
usado por otras etnias campesinas del país; y asimismo destacan en la crianza
de auquénidos y ovinos y a la sorprendente domesticación de aves rapaces
que los visitantes aprecian en gran medida.

Devoción y buen comer

Arequipa es una ciudad de población devota que acompaña
procesiones entre humaredas de incienso, reventazón de cohetes y repicar de
campanas, teniendo como principales festividades religiosas al Día de la
Asunción de la Virgen María que se celebra el 15 de agosto, la Semana Santa
y cuenta con una de las peregrinaciones más concurridas del país al santuario
de la Virgen de Chapi que se realiza en mayo y setiembre, para venerar a la
“mamita” como ellos llaman cariñosamente a esta imagen de muy antiguo culto.
Ellos también son devotos del buen comer, y por eso dedicado cada día
de la semana a un platillo en especial, como los lunes que es el día del
“chaque” una sopa de carne, papas y cancha; siendo el martes el turno del
“chairo” a base de chuño. La “timpusca” se sirve los miércoles y el “menestrón”
de albahaca no tiene rival los jueves; siendo infaltable para los viernes el
“chupe” de camarones (cuando no hay veda); mientras el “timpo” o puchero se
prepara los sábados; quedando el domingo para el “pebre” o caldo de cabeza
de cordero, y en cualquier día de la semana el sabroso rocoto relleno, el
suculento adobo de cerdo o la siempre bien recibida ocopa arequipeña para
agasajar al visitante.
El clima; importante atractivo de Arequipa; varía según la estación entre
los 14ºC y los 23ºC durante el día, bajando en noches de invierno hasta los
5ºC; y cuando el cielo está soleado es el momento propicio para ir con la
familia a la campiña; o a las concurridas peleas de toros donde dos macizos
cornúpetas criollos, se enfrentan ante la mirada expectante de una airosa
vaquillona cuya presencia los enerva y los hace topetarse furiosamente entre
sí, hasta la fuga presurosa de alguno de ellos ante el júbilo gozoso de quienes
ganaron las apuestas y las dolidas quejas de quienes las perdieron.

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