Por Mario González Olivera
La segunda quincena del mes de febrero del 2022 quedará por
siempre grabada en la memoria de los habitantes de Petrópolis,
atractiva ciudad serrana del Brasil, como el acontecimiento más
infausto de su historia porque en apenas seis días, desde el martes 15
al domingo 20 de ese mes, el cielo se abrió en violentos aguaceros
que ocasionaron el desbordamiento de los ríos Quitandinha y
Piabanha que la atraviesan, que al desbordarse de su cauce
arrastraron puentes, arboles, jardines , postes y vehículos
automotores; mientras muchas casas erigidas en las laderas que
rodean a la ciudad con sus cimientos empapados de agua se
deslizaron monte abajo segando muchas vidas y convirtiendo así a
esta rutilante comunidad de la antigua pero fugaz monarquía de los
Braganza en el Brasil, en enlutadas ruinas donde muchas familias
lloran por el fallecimiento de más de doscientas personas y por
muchos desaparecidos.
Conocí Petrópolis hace algunos años por invitación de Pablo
Kling, presidente del Capítulo Río de Janeiro de la Asociación
Brasilera de Periodistas de Turismo Abrajet, organismo gremial de los
periodistas de turismo del Brasil que en aquel entonces presidía
Miriam Petrone. Nos encontramos con Pablo en un barcito de
Copacabana, donde entre caipiriña y caipiriña me informó que él
trabajaba como Coordinador General del Gabinete de la Cámara
Municipal de Turismo de Petrópolis; ciudad que si yo disponía de
tiempo gustosamente me gestionaría una invitación oficial por tres días
y así poder escribir sobre sus atractivos turísticos. Por supuesto que
mi respuesta fue afirmativa y entonces él alejándose de la mesa habló
algunos minutos por celular, y al volver me dijo: “Todo está arreglado
para tu visita y mañana a primera hora llegará un automóvil a tu
alojamiento para llevarte a Petrópolis. I por esta gentil invitación del
colega brasileño llegué a esa atractiva ciudad cuyo nombre evoca los
nombres de la fugaz monarquía de los Braganza en el Brasil; y a arribar allí después de un corto recorrido de 68 kms desde Río, ya me esperaba Pablo acompañado de Maylin Falconí de Rocha, conductora del noticiero “Bon día cidade” del canal 16 de la ciudad; quien en los días sucesivos sería mi guía y, me dejaría sorprendido de sus amplios
conocimientos sobre los orígenes de la ciudad, su evolución histórica y
principales atractivos citadinos y rurales.
Los Pedros y Petrópolis
Cuando Juan VI, rey de Portugal, que residía temporalmente en
Río de Janeiro por el peligro que para su monarquía significó la
invasión del ejercito de Napoleón Bonaparte a la península ibérica,
debió volver a Lisboa al pasar el peligro napoleónico; dejó a su hijo
Pedro como regente del Brasil. Pero esta colonia portuguesa por su
importancia ya se había ganado el estatus de ser considerado un reino
similar al reino como lo era Portugal. Entonces los grupos de poder
político brasileros siguiendo el ejemplo de las naciones vecinas de la
América española que estaban en un proceso de romper su
dependencia con España, iniciaron un movimiento libertario en 1822
llamado el “Grito de Ypiranga”, para independizar al reino de Brasil del
reino de Portugal.
A este movimiento se adhirió el regente Pedro que fue coronado
como emperador con el nombre de Pedro I, que inició la ardua tarea
de organizar como país moderno al gigante sudamericano, siendo de
principal prioridad potenciar su economía que en aquellos tiempos
dependía en gran medida de lo producido por Minas Gerais, región
cuyas minas auríferas y diamantíferas habían sido el principal sustento
económico del Portugal por los impuestos tributados, que ahora se
volcarían a las arcas del Brasil por lo que Pedro I emprendió el
primero de sus viajes a Ouro Preto, ciudad principal de Minas Gerais
para vigilar personalmente de que ésta ingente riqueza sea manejada
con honradez en beneficio del nuevo reino.
Acceder a Ouro Preto obligaba a cubrir desde Río de Janeiro un
camino dificultoso para vehículos carrozables a través de montañas
de baja altitud pero muy lluviosas, lo que obligaba a sortear a caballo
varias jornadas para alcanzar la capital de Minas Gerais, con el
inconveniente de tener que levantar campamentos provisionales de
descanso según el estado del tiempo; por lo que Pedro I determinó se
construyese un campamento definitivo en un punto intermedio del
trayecto, con proyección a convertirse en futura villa y para ello
adquirió una hacienda en la Serra dos Orgaos, donde para su
idealizada pascana escogió un apacible valle a 834 msnm de altitud; y
aquel sueño del soberano fue convirtiéndose en realidad; pero pocos
años más tarde sucesos políticos internacionales determinaron que
abdicara al cargo de emperador en favor de su hijo, quien oficialmente
lo sucedió en 1828 con el nombre de Pedro II. El nuevo soberano
conocía desde niño aquel lugar que, por su fresco clima, muy
agradable para alejarse temporalmente del tórrido verano carioca de
alrededor de 40° C; hacía que él y su familia, los altos dignatarios de
su corte, el cuerpo diplomático y amigos cercanos se estableciera allí
por los meses estivales ya que a la villa se le reconoció oficialmente
como sede de verano de la Capital del reino del Brasil. A la que
además concurrían personal de servicios, trabajadores de diferentes
ramos y piquetes militares de protección. I como multitud requería
alojamiento, comestibles y un ambiente atractivo para disfrutar del
lugar, hizo que el emperador dadivosamente entregara lotes para la
construcción de viviendas, oficinas y locales de alojamiento; como
también para congregaciones religiosas y futuros centros de estudios;
invitando asimismo a colonos europeos, principalmente campesinos
alemanes de Renania a establecerse en los alrededores de la villa,
con el compromiso de sembrar vegetales y frutales propios del viejo
continente, y que además debieran construir sus casas citadinas con
los estilos arquitectónicos propios de sus países de origen; por lo que
la villa fue desarrollándose como una típica ciudad europea.
Posteriormente, en 1888 y también por causal político, Pedro II
fue obligado a renunciar y viajó exilado a Europa, mientras Getulio
Vargas asumió la presidencia del Brasil y decretó el fin del sistema
monárquico como forma de gobierno del Brasil; disponiendo entre
otras cosas que el Estado adquiriera el elegante palacio veraniego de
los Braganza y se nombrara oficialmente como Petrópolis (la ciudad
de los Pedros) a la villa de verano de los emperadores.
Conociendo la ciudad
Inmediatamente después del desayuno quedé a las órdenes de
Maylin, quien contrató un carricoche jalado por un soñoliento caballo
que nos llevó a un recorrido por la ciudad, que no es muy grande pues
en su área urbana acoge a algo más de 300 mil habitantes. Luego
empezamos el city tour con una visita al antiguo Palacio de Pedro II
hoy Museo Imperial, que guarda ropaje, utensilios, muebles, pinturas y
adornos de la época de esplendor que vivió el Brasil durante los 66
años del mandato de los emperadores Pedro I y Pedro II. En un
edificio anexo al museo luce airosa la pequeña locomotora Leopoldina
bautizada con ese nombre en honor de una de las hijas de Pedro II, la
que jalaba por un tiempo un trencito que unía Petrópolis con Río de
Janeiro. Vía que todavía subsiste para transporte popular y de carga,
aunque desposeída de su antigua prestancia. Después recorrimos las
avenidas Ypiranga y la Ida Koeler con jardines repletos de hortensias y
geranios, donde destaca el palacete de la princesa María, la Villa
Iterere y otras evocadoras casonas de aquella época monárquica,
para llegar a Palacio de Cristal, edificio de metal y cristales que se
utiliza para conciertos de música clásica. Más adelante fuimos al
Museo de Cera que tiene soberbias esculturas de las imágenes del
Papa Francisco, de Pedro II y su esposa, de Alberto Santos Dumont el
precursor de la aviación y de la bella Marilyn Monroe, entre otras
muchas imágenes.
Otros museos de sumo interés en Petrópolis son el de la Forca
Expedicionaria Brasileira que participó en la 2da. Guerra Mundial; la
casa-museo de Santos Dumont; el museo de los primeros colonos que
se establecieron en la villa; el museo de armas antiguas y el museo
dedicado a la porcelana. También visitamos la casa–museo de Stefan
Sweig, escritor austriaco famoso por sus biografías, novelas y un
ameno libro sobre el Brasil; así como también ingresamos a la catedral
Sao Pedro de Alcántara donde están los restos mortuorios de Pedro II
y de su esposa. Al siguiente día se visitó algunos centros turísticos
campestres del entorno de la ciudad y la planta de fabricación de la
cerveza Bohemia, la primera de su especialidad edificada en el país.
Cabe destacar que por sus atractivos, sus conocidos coloquios
intelectuales y su ilustre vecindario, Petrópolis fue durante las
primeras décadas del siglo veinte algo así como una “Paris americana”
que atrajo a numerosos artistas y literatos de todo el mundo como
Antoine de Saint-Exupery, aviador y escritor francés autor del famoso
libro de poesía infantil “El Principito” y la inolvidable poetisa chilena
Gabriela Mistral, Premio Novel de Literatura quien residió allí como
Cónsul de su país en el Brasil. Hoy Petrópolis debe estar algo triste
por el daño sufrido a causa de la crisis climática que la golpeó
duramente, pero tengo la convicción de que en un futuro cercano
volverá a ser un balsámico balneario serrano para los cariocas y
brasileros y, un destino turístico de sumo interés para los turistas
internacionales que arriben al Brasil.