En Brasil las pequeñas vitivinícolas en vez de salir al gran mercado a pelear con los gigantes, buscan unos 10 hoteles que absorban su producción anual
Por Guido Calderón
QUITO, Ecuador.- Mucho dinero público se ha usado en estudios de cómo incluir la ruralidad en la derrama económica del turismo. La propuesta más pregonada ha sido el turismo comunitario, poniendo en valor el patrimonio cultural de grupos indígenas; sin embargo, hay contadas experiencias exitosas, gracias a la disciplina que han asumido sus habitantes en cuanto a aseo, no inspirar lástima, despolitizándose y ponderando sus entornos naturales como parte fundamental de su existencia.
Aparte de esto, la vida en el campo ecuatoriano sigue en la dinámica de mucho esfuerzo y bajos precios. Cosechas abundantes que alientan a no sembrar lo mismo, generan escases en la siguiente y así vamos de productos con precios muy bajos a muy altos.
De nuestra parte, los hoteleros sueñan con impresionar a sus huéspedes con “experiencias únicas” y el mejor momento es cuando es cuando se alimentan. En el desayuno decirle al invitado: “el queso es de la casa”, no pasa desapercibido y lo degustan como algo exótico. Igual sucede si le indicamos los salchichones, la mantequilla, el café, el chocolate, las mermeladas o el vino … es de la casa. Pero lograr esa descarga de experiencias únicas, puede resultar muy oneroso o imposible. Ahí es cuando necesitamos el vínculo entre campesinos y los hoteles, que a más de vender experiencias nos permita cumplir con el compromiso social que debemos asumir.
Un campesino tiene 4 vacas y produce 20 quesos a la semana, cantidad irrisoria para salir al mercado a competir con productos industriales. Si lo conectamos con un hotel que consuma una cantidad similar de quesos; el campesino asegura la venta -con buen precio para ambos- y el hotelero puede decir la frase mágica: “es un sabor local” además de ufanarse que “es de la casa”; … producido exclusivamente por una familia campesina de ésta localidad, que hará buen dinero y duplicará su producción, pudiendo abastecer a otro hotel cambiando la receta de elaboración para que también tengan un sabor único y de la casa.
En Brasil las pequeñas vitivinícolas en vez de salir al gran mercado a pelear con los gigantes, buscan unos 10 hoteles que absorban su producción anual, a cada uno le hacen “su fórmula”, etiquetan la botella con la marca del hotel y en la de atrás indican que el vino fue elaborado por la familia tal para el hotel tal. Ambos ganan dinero, exclusividad y más clientes.
Este es el nexo que en Ecuador necesitamos entre campesinos y turismo, además de procesar los productos primarios y en vez de botar volquetas de tomate en las quebradas para que los comerciantes paguen mejor la caja, deshidratar o convertir en pasta, las toneladas que sean necesarias para que el producto fresco tenga buen precio y los procesados den dinero luego de la cosecha.
En el sur de Brasil, en Costa Rica, este vínculo campo – turismo funciona desde hace muchos años e inyecta buen dinero a rurales, hoteleros, restauranteros, turistas y al país.
Artículo publicado originalmente el Diario El Comercio de Ecuador: https://www.elcomercio.com/opinion/dinero-para-campo-turismo-guido-calderon.html